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BOTERO POP-UP

2020

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Hasta el momento, la relación con el arte en una ciudad como Medellín ha sido una experimentación constante, desde la mirada y la sensibilidad de los artistas, curadores, museos y todo el andamiaje que han construido las imágenes iconográficas y representativas de lo local, como la imagen de la obra de Fernando Botero, que hoy es una marca de Medellín Colombia, para el mundo; hoy nos damos la libertad contemporánea de preguntarnos si podemos parar,  darnos las distancia y seguir construyendo relaciones con el arte, sumándole a la construcción de la historia local, el valor de lo cotidiano, el significado colectivo que somos espacio, arte, necesidades y cooperaciones matutinas que desarrollan la continuidad de la ciudad. 
Esas relaciones que han interactuado con la Plaza Botero, que se emplaza o delimita con la fachada del museo de Antioquia que contiene la colección de la obra de Botero y otros artistas o momentos históricos que representan una memoria colectiva de ciudad, esas relaciones han sido las anfitrionas del flujo turístico que llega a mirar y contemplar la obra del artista Botero. Hasta el momento todo el mundo iba a mirar la obra, pero hoy con las circunstancias y distancias que estamos viviendo por el COVID-19, todo aparenta cambiar, con seguridad, el valor simbólico de la obra de Botero y de la colección que el museo de Antioquia guarda en sus espacios arquitectónicos seguirá intacto y seguirá representando los momentos históricos del arte local.   
Lo que si va a cambiar es nuestra manera de relacionarnos con el mundo, nuevas distancias y proporciones, nuevos significados y acuerdos micro-políticos para seguir hacia el futuro, por eso, hoy declaramos cambio de momento histórico y la obra de Botero expuesta en la plaza será el medio para volver a vernos desde la deslocalización y gracias a la tecnología de comunicación, esa misma tecnología que hoy nos permite estar hiperconectados y soportar el cambio que se dejó venir. 
Hasta el momento, el mundo y la ciudad visitaban la plaza Botero para mirar la obra de Botero, y la plaza también ha sido la sala del museo que es el umbral entre la realidad de la ciudad y la asepsia curatorial del arte, redefiniendo la delimitación de la fachada o el clásico arquitectónico del afuera y el adentro. Hoy proponemos desarrollar una agenda del afuera para reconocer y reconocernos, para que la obra se mire como propuesta de nuevas relaciones con el arte. 
Llevamos mucho tiempo mirando la obra de Botero como el artista local del siglo XX, proponemos que, viviendo el siglo XXI y específicamente el momento del COVID-19 miremos y nos miremos a través de las esculturas de Botero, un gesto que re-funcionaliza los volúmenes escultóricos y los pone en disposición para reconocer las dinámicas que lo han significado y las nuevas relaciones cooperativas que se están desarrollando en la actualidad. 

LA PLAZA: ESPACIO CONTENIDO Y ESCENOGRAFÍA

Para hablar de las dinámicas que componen el ambiente político a través del cual se conforma la sociedad, la memoria colectiva y el valor histórico o patrimonial de lo que llamamos ciudad, se debe tener, espacio temporalmente, un lugar, real o virtual, que propicie el aglutinamiento “populoso” de las formas de ser, pensar y habitar, con el fin de poder crear y mantener comunidad; es decir que, para que la cotidianidad exista, esta debe verse envuelta de un espacio físico que asuma el papel de escenografía, permitiendo el encuentro social y la construcción de una identidad derivada de la relación bidireccional entre el espacio y quién lo habita. 
Queda claro entonces, que, para comprender, quiénes habitan la plaza, debemos reconocer la plaza, el espacio físico que la compone, el momento histórico en el que se emplaza, las fachadas del ambiente construido que la delimitan, los elementos escultóricos que le hacen de eje y a todos aquellos que, a pesar de la condición sanitaria, la habitan constantemente haciéndose parte indivisible de la dinámica colectiva propia de ella. 

 

EL MUSEO: AGENTE DE CIUDAD Y ORTOGRAFÍA

El que se preserve y prevalezca el registro de una sociedad y sus dinámicas, depende de la existencia de una métrica constante que mantenga el registro y la memoria ordenada de las expresiones artísticas que construyen la memoria colectiva y que permiten definir qué es la cotidianidad. La plaza, ha sido el escenario de eventualidades en que el museo ha sido partícipe por el interés de ser testigo, sin embargo, es tiempo de que el arte en constante cuarentena al interior del museo se desdibuje, abriéndole paso a una nueva mirada que documente, enmarque y resalte esa fracción de lo cotidiano que no se valora. 
Si bien el arte es una radiografía de la sociedad, se puede entender entonces a la sociedad y a sus actores como arte en sí mismos, más allá de necesitar un objeto plástico que los represente, es permitir que el interior del museo se vuelva calle, y que la caja blanca se vea llena de los ciudadanos y sus dispositivos, permitiéndoles ser los actores que magnifican y elevan su propia cotidianidad. Los espectadores, se vuelven la obra.


BOTERO POP UP: TEJIENDO NUEVAS RELACIONES DES-LOCALIZADAS E ICONOGRAFÍA
Las formas y los materiales que ocupan los lugares, sufren las transformaciones que sufre éste en su vida cotidiana, haciéndolos sujetos del espacio, pero también hacedores de éste. Es decir, que así como las esculturas han sido objeto de visita y manipulación por parte de ciudadanos y turistas que constantemente circulan cerca de ellas, éstas también han sido testigo de las dinámicas y realidades que pueden tener cabida dentro de la Plaza; por lo que se hace pertinente, que tras tantos años de ser objeto de atención, las esculturas deban transformarse para convertirse en objetos utilitarios, que permitan verse, vernos y reconocernos como sociedad a través de ellas. 
Si las figuras de Botero son reconocidas como la obra local del siglo XX, entonces, son la herramienta perfecta para relatar la realidad sin intermediarios ni simbologías. La calle por lo que se vive y por lo que es. La obra, se vuelve espectadora.
¿Por qué escenografía, ortografía e iconografía? 
La arquitectura pone un escenario para la vida civil, que funciona igual que un teatro; los espacios públicos actúan como telón de fondo para las experiencias vivenciales, y ninguno de los dos, ni la arquitectura ni el teatro existen sin un “evento”, un espacio de memoria que genera ciudad; las anécdotas teatrales se viven adentro de las anécdotas urbanas, entonces, cada evento re-significa el espacio llenándolo de anécdotas que quedan en la memoria.

 

ACCIONES
Coonvite busca crear una plataforma digital que permita observar, identificar y comprender quién habita el espacio público, cómo lo habita y cómo este se ve modificado por las dinámicas sociales que en él tienen lugar. A través de un sistema de streaming, conformado por la constante grabación de una serie cámaras dispuestas estratégicamente en las esculturas de Botero,  con el fin de convertir a los elementos escultóricos en testigos de las micro-políticas, la gestión cotidiana y las tecnologías no industrializadas que tienen a la plaza como escenario, dando testimonio de las realidades sociales, permitiendo a los observadores habitar de forma des-localizada el espacio público en la medida en que observan, reconocen y comprenden las opacidades del mismo, que más que ofrecer un lugar de transito o de contemplación artística, ofrecen un espacio para el aglutinamiento y la reconstrucción política que permitirá en un futuro volver a habitar de forma física, sin temor a la proxemia y entendiendo el arte como parte vital de la auto-gestión como sociedad. 

EQUIPO COONVITE

Héctor Mejía Salazar

Andrés Moreno Marín

Alicia Ferrer Correa

Juan Miguel Durán Vélez

Ximena López Herrera

UBICACIÓN

Plaza Botero, Medellín

CONCURSO

Componente Residencias / Laboratorio Emergente Museo de Antioquia

ESTADO

Propuesta

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